domingo, 27 de enero de 2008

La puerta de Dios


Dios nos dio a TODA la gente solo para poder sentir Su Amor. Mantengamos la puerta abierta, porque con la puerta cerrada no podría entrar ni el mejor Cartero.

Novice Tudi Drugače ©
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sábado, 19 de enero de 2008

Nuestro deseo, nuestra oración


De verdad sabemos qué queremos?


En mi juventud, mirando un programa sobre los gerentes y sus vidas, deseé que yo un día llegase a ser como »aquel de la tele«: importante y con mucha pasta Luego me olvidé de todo aquello. Pero unos diez a quince años más tarde pasó exactamente esto: estuve sentada sobre una silla de gerente y gané lo que ganaba aquel gerente de la tele que admiraba hace tantísimos años. Cuando se despertó en mi mente la memoria de este deseo antiguo ... esta vez cumplido y realizado ... mi alma empezó a llorar. Mi alma reconoció que este deseo tan fuerte, aunque invisible por tantísimos años, me llevó por caminos muy arduosos, de mucho sufrimiento y de negación, solo para conseguir lo que se propusó: un bien material, como es un puesto de trabajo de renombre o dinero, a precio de muchas noches sin dormir ya sea estudiando o trabajando, a precio de »no tener tiempo« para ningun familiar ni amigos, a precio de la estabilidad de mi salud, y un largo etcétera ... Ni la fama tan grande, ni las cuentas tan llenas, ni los hoteles tan brillantes, ni todas las cenas tan caras podrían llenar »el agujero negro interior«, que vivió falsamente en mi alma.

Por la primera vez pude reconocer cómo el hombre siempre consigue lo que desea, aunque la mayoría de veces ni estamos concientes de ello o pensamos justo lo contrario. Lo que realmente dirige nuestra vida no son nuestros deseos »a la vista«, sino nuestros profundos deseos que viven la mayoría de veces bien escondidos en nuestro interior. Son justo estos los que deberíamo conocer para saber hacia donde se dirige nuestra vida ... hacia la felicidad interior o hacia el desastre interior.

A veces creemos que oran únicamente los que están en la iglesia. Más no es así. Todos oramos ... de una u otra manera, porque el deseo no deja de ser un llamamiento para su cumplido. En la escala de nuestros deseos y metas podríamos citar tres tipos de oraciones:

1. Primero vivimos con la ilusión de que podemos encontrar la felicidad en los bienes materiales o en otra persona (»tan querida« de la que nos enamoramos). Queremos un tipo de titulación u otro, quremos un viaje u otro, la casa, el coche, la ropa, amigos, maridos o esposas, niños, un cuerpo guapo y joven, nuestra »porción« de la herencia, y similar. Es muy importante reconocer esta fase, porque solo así podermos reconocer su error fundamental: cuando buscamos felicidad a través de los bienes materiales u otra persona, lo que realmente creemos de nosotros mismos es que somos imperfectos, insuficientes (y por tanto buscamos »lo que nos falta« en algo exterior). Hasta que no corregimos esta creencia nuestra, no podrán satisfacernos ni los pilones más grandes de dinero ni los »mejores« cónjugues o amantes del mundo. No nos podran dar el Amor y la Paz sostenible, que tanto buscamos. Cuando creemos que no somos perfectos, que nos falta »algo«, solemos criticar tanto nosotros como a los demás; o cedemos a un tipo de addición (de persona, tabaco, alcohol, comida, puesto de trabajo, las herencias, etc.); o nos entregamos a morir »lentamente« en nustra tristeza o enfado« en un tipo u otro del sufrimiento y enfermedad. Total, la vida no suele gustarnos del todo.

2. El siguiente paso es desear desarrollar nuestras virtudes interiores tales como confianza, paz, y amor. Comenzamos a ver todos los encuentros con la gente como santas oportunidades de aprendizaje, porque en ellos reconocemos nuestras propias creencias. Comenzamos a ver que nuestros »enemigos« son nuestros mejores salvadores y buscamos el encuentro con ellos (en vez de evitarlo de una u otra manera, que pasaría en la primera fase). En cada encuentro la luz que llevamos en el interior reconoce la liberación porque reconoce que lo que nos molesta “en el otro” es nuestra propia creencia que así se muestra para poder ser corregida en la Verdad. La mayoría de veces nuestras creencias suelen tener raíces muy profundas. Por lo tanto, necesitamos perseverancia en la visión correcta, para que podamos ascender al tercer nivel de los deseos. En el segundo paso hemos aprendido, entonces, a dejar de lado ciertos objetivos: los objetivos que creen saber cómo tienen que ser las circunstancias exteriores para que yo pueda ser feliz. O sea, ya no dictamos más “necesito esta pareja”, “mi pareja tiene que tener pelo negro, su cuenta bancaria llena, una casa, que sea un trabajador, que sepa cocinar, que sea tierno y tranquilo, etc.” Ya no dicto “Estos dos necesitan hacer las paces, sino mi ayuda no haya funcionado.” O “Soy tranquilo cuando están tranquilos los demás.” O “Esto me pertenece.” “Necesito una casa de vacaciones” “Justo este trabajo.” Ya no dicto más “Mi hijo tiene que ser normal y Porque no abortamos el niño con el síndrome tal o cual.” Simplemente nos entregamos a las circunstancias tal como son y buscamos en ellas los mensajes de qué creencias nuestras nos hablan y cómo dejar de creer esto y reemplazarlo con la Verdad.

3. En el tercer paso nos guía un solo deseo: Reconocer en conciencia los dones, que nos fueron entregados. No queremos nada más, solo lo que ya nos fue dado. En este paso, comienza a ser inevitable el encuentro con nuestro Creador o Dios, si así prefiere llamarlo. Reconocemos que nosotros no tenemos que aprender »la paciencia«, que nosotros no tenemos que aprender »el amor«, y similar, porque todos estos dones ya me fueron entregados y los tengo. Reconocemos que solo queremos reconocerlo en su pleno Entedimiento. Yo no me hize a mi mismo y por lo tanto no puedo corregirme. A mi me hizo el Creador, y además Pleno y Entero. En este paso aprendemos que Dios nos lo dio todo, y que este todo significa DICHA y PAZ y no guerra e injusticia. Además lo que se nos dio, no está limitado como los bienes de este mundo: como por ejemplo, cuando entregamos un regalo »tan bonito« a alquien, nosotros nos quedamos sin el. O por ejemplo, si el banco nos da dinero, nosotros tenemos que pagar el dinero más los intereses. En este nivel aprendemos que son ilimitadas nuestras capacidades, nuestros dones. Sabiendo esto nos posibilita a que podamos entregarlos sin limite (y sin buscar la recompensa). Y como consecuencia de dar sin limitaciones, recibimos. Esta es la ley de Dios: DAR es RECIBIR. Y solo puede darse ilimitado sin tengo conciencia de que mis dones son ilimitados. Cuando entrego a mi hermano amor, lo siento yo mismo. En este nivel entendemos a »los enemigos« en su santa luz que vierten sobre nosotros. Honestamente deseo reconocerlos, porque sé que es ahí donde yo mismo limité el flujo del amor y de la paz. Si lo libero, abro de nuevo las puertas para volver a sentir mis dones que me entregó el Creador: la dicha y la paz. Esta no puede ser limitada exclusivamente a mis amigos, sino tiene que abrazar a TODOS. Desde luego esto no quiere decir que tengo que renunciar a los bienes materiales que me son destinados. Aquí estamos para salvarnos de nuestras creencias erroneas, y ayudar en la salvación de aquellos que nos son confiados. Para ello nos son entregados todos los medios materiales necesarios para la salvación. Y sin duda, en este nivel delegamos la decisión sobre »lo que me pertenece« y sobre »lo que necesito« al Cielo. Mia solo es la confianza de que mi acto de dar ilimitado traerá todos los medios y bienes necesarios para volver a Él. La Gratitud que expreso en TODO muestra el grado de la verdadera Confianza que en ello tengo.

Que nuestro deseo siga siendo llegar a la cima de todo ... más no de los »bienes exteriores« sino de la Verdad. Que nos guíe entonces el ardiente deseo interior de reconocernos igual de perfectos como fuimos creados Cuando uno busca la Verdad donde ella se encuentra (en nosotros mismos), solo hay un posible resultado: BINGO.


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jueves, 17 de enero de 2008

Amor sin limites


Nada exterior puede detener mi Felicidad,

porque ella se encuentra en mi mente.



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Confianza


Camino hacia la paz interior, el amor y la felicidad

Cuando volví con Benet a Eslovenia, ya me esperaba, con las manos abiertas, toda la familia. Esto era, después de unos once años de vida en España, todo una experiencia de aprendizaje.

Volví con mi hijo Benet, que tenía un comportamiento especial, y que por esto le solían decir »un hijo de necesidades especiales«. Entre otras cosas le habían diagnosticado razgos de autismo, que se exterioriza con un comportamiento, que en la etrada a Eslovenia supuso un verdadero parto tanto para mi como para mi padre.

En aquel entonces Benet solía jugar con cosas muy reducidas, y las solía tirar acompañado de expresiones de voz muy alta, parecidos a gritos. En numerosas ocasiones no se pudo oir más que su voz y diversas formas de golpes - ya sea de cosas que tiraba con tanta insistencia, o por los golpes con las manos contra sus dientes, que le hacia sangrar la mano. No paraba de moverse, o tirar lo que pillase por el camino. A pesar de la evidente energía interior que se mostraba en Benet, él no quiso andar o emplearla en otras actividades motoras, con la excepción de tirar piedras, hacer rodar el cubo, pasar rápidamente las páginas del libro, y gritar.

En numerosas ocasiones tanto ruido de los gritos de Benet, como de las cosas que volaban y caían al suelo, parecía poner el ambiente en mucha tensión. Tanto a mi padre, como a mi nos ponía muy nerviosos. A mi padre le solía molestar prácticamente todo lo que hacía Benet. Decía y volvía a decir: »Deja de hacer ruido ya.« »Quiero paz.« »No puedo oir nada.« »Quítale esto.« »Deja esto.« »Porque le dejas este juguete.« »Esto no.« ... Y yo me sentía como entre dos paredes. Por un lado, intentaba ayudar a Benet para que saliese de este estado »nervioso y cerrado en el ruido de cosas muy reducidas«, y por otro lado quise mantener la calma con todos los comentarios y reacciones de mi padre, que también parecían muy nerviosas. Sobre todo lo segundo, despertó en mi la conciencia de la más profunda sombra que los padres solemos vivir durante los primeros años de vida de los bebés, cuando los cuidados son muy intensivos, y que en mi caso (gracias a Dios), duraron muchos años más de lo »habitual« - justo lo suficiente para decidir que »ya basta«. La sombra me decía: »¿Le cuido bien a mi hijo (sobre todo si le dejo a mi padre tan »nervioso« y con »tantas palabrotas« donde »todo es difícil«)?« »¿Soy capaz de hacer todo a la vez?« »Cuando tendré tiempo para mi?« Estaba a la vez haciendo la comida, recogiéndo alguna cosa que se había caido al suelo, intentando complacer a mi padre y atenderle a Benet cuando se golpeaba nerviosamente con su mano, cambiando el babero mojado o el pañal ... .... sin tener ni un solo segundo para mi o mis necesidades ... ... y todo me volvía loca. Parecía como un círculo vicioso, y yo sin los medios de romperlo. Yo estaba muy nerviosa, que también se notó en como respondía a mi padre: a gritos y de manera dura »Que me deje ya en paz porque solo tengo dos manos«. Clarísimamente, esto solo empeoró la situación. Ponía fuego al fuego, y el incendio creció.

Por suerte la vida me había enseñado que en cada crisis siempre hay una sabiduría que quiere mostrarse. Y un día decidí pedir a la fuerzas celestes que me ayudasen a encontrarla. En mi interior apareció la voz, que me enseñó el camino para deshacer este nudo. Decidí firmemente mantener la paz interior en la relación con mi padre, sin importar lo que él haga o diga. Así que empecé a buscar los medios que me lo permitiesen. Y los encontré. Cada vez que oía algo que me disgustaba, ya sea un comentario sobre Benet, una palabrota, peleas entre mis padres, un grito, »que las cosas eran difíciles«, »que el mundo engaña y es peligroso«, pues cada vez que oía algo similar, ya sea en la tele o en el entorno donde me econtraba, empezé a cantar ... a veces en voz alta y la mayoría de las vecen en mi interior. Empecé a agradecer todo lo que se me ocurría de la persona o situación en cuestión. Al principio era agradecimiento »de lo bueno« que alguna vez ví hacer al otro. Pero con el tiempo, aprendí que no hay »bueno« y »malo« y que TODO es de agradecer, incluidas las aparentes crísis, peleas, los »enemigos« y similar. Agradecí el hecho de que por ejemplo, mi padre me ayudase a encontrar la paz interior, de que me ayudase a confiar en fuerzas invisibles como es una oración y agradecimiento en el silencio, sin mostrar nada »visible«, o de que me ayudase a ver en él la luz de Dios - que le hizo tanto a él como a mi en el mismo esplandor.

Incluí a mis haceres diarios varios momentos de agradecimiento y oración. Aunque yo no visitaba las iglesias ni sabia las oraciones »oficiales«, decidí escucharlas en mi interior y confiar en que Dios está dentro de nosotros y por tanto yo era capaz de escuchar justo las palabras necesarias y que provenían de Él. Tantísimas veces me habían enseñado justo esto, y esta era una oporutnidad excelente para ponerlo en práctica y comprobarlo. Con Benet empezamos a orar en agradecimiento por la noche y por la mañana, con las palabras que venían de mi interior o a través de mi. Esto me ayudó a »entrenarme« para los momentos más dificiles, que es cuando más necesitamos estas palabras (en vez de odio y desesperación) para nuestra transformación interior. Empecé así, ya mucho más capacitada, a orar y agradecer en silencio cada vez que oí algo de mi padre que me sacó de equilibrio. El agradecimiento me ayudó a que no le cerrara puerta a su luz divina que él también lleva dentro, y a que pudiera confiar en que esto nos transformaría a todos. En su justo tiempo me llegaron de nuevo las palabras de que »lo que vemos en el otro es solo nuestro propio espejo, y que ver la luz en el otro es verla en nosotros mismos«.

A cabo de unos meses, la situación comenzó a girar. Yo dejé de estar tan alérgica a los comentarios de mi padre, y me relajé. Esto lo recibió muy bien también mi padre. Un día hablamos y decidimos que entre los dos buscaremos formas para ayudarle a Benet, porque entre dos las cosas siempre son más fáciles. Un día de mucho frío, cuando Benet quiso remover un poco más las piedras, mi padre le cogió de la mano y se fueron a caminar. Unos cuantos días caminaron unos 100 metros arriba y otros 100 abajo en la calle, que ya nos pareció todo un milagro, ya que el prognostico de hipotonía con la que nació era muy diferente. Cuando Benet se quejaba, mi padre simplemente le dijo: »Somos hombres. Pues caminaremos. Vamos.« Sin más, se fueron. A cabo de unas dos semanas, mi padre decidió escuchar su voz interior y le llevó a Benet caminando hasta la casa de la abuela (casi un kilómetro de ida y otro de vuelta). Lo cosiguiéron. Las caminatas se hacían una costumbre y a mi padre ya no le parecía una obligación estar con Benet sino más bien un acto alegre y de mucho sentido porque él sabía ayudarle. Cada mañana mi padre se tomó el tiempo para llevarle a caminar. Y esta vez, ya lo proponía él solo. Y cada vez iban más lejos. Consiguieron aumentar la distancia, en unas dos semanas, a unos 6 km diarios (sin cochecito!). Con ello no solo Benet practicaba el equilibrio y el andar - que por la hipotonía, con la que nació, estuvieron muy reducidos, sino que al llegar a casa se sentó tranquilamente y estuvo mucho más tranquilo. Empezó a leer libros más despacio y a fijarse en lo que ponía dentro. Empezó a dar señales visibles de que nos entiende muy bien. Lo que antes parecía un mundo muy reducido, un mundo cerrado en una bola sin salida, un mundo sin conexión con el exterior, se abrió y empezó a interesarse por la comunicación. Medio año más tarde se celebraron los primeros 100 km de caminatas de Benet – que para nosotros significó la celebración del camino del Entendimiento y la Paz interior.

Yo aprendí una de las lecciones más importantes del mundo: CONFIAR. Al principio me pareció mi padre todo menos un ejemplo para Benet, lo que con el tiempo se mostró muy falso. He aprendido que TODOs somo capaces de cosas preciosas y maravillosas, y que la CONFIANZA estimula a que se exteriorizen. Al juzgarle al otro, sea como sea, también nosotros le cerramos la puerta de salida. Sin embargo, la confianza ayuda a que el otro también pueda ver la puerta y salir por ella. Por peor que parezca el exterior o el comportamiento de alguien, SIEMPRE es posible sacar de él verdaderas maravillas. Y con ello, hay otro benficio enorme: de que ya »no tenemos que hacerlo todo nosotros solos« y nos empiezan a bastar las dos manos que tenemos. Porque al no confiar en el poder santo del otro, uno intenta hacerlo todo solo, que tarde o temprano termina en una u otra enfermedad, depresión, locura o parecido. Cuando uno aprende a confiar es capaz de ver en el otro lo que aún no se ve »a la primera vista«, todas sus capacidades y fortalezas, y esto es la única ayuda que le podemos dar, sin caer en la trampa de hacer »en vez del otro«. A veces me dí cuenta con mi hijo que yo le quería »ayudar«, y lo que realmente hacía era más bien hacer en vez de él y por tanto »des-ayudarle«: ya sea porque le quería poner de pie para así »ayudarle a caminar« a través de mis manos, o porque le ponía en mis brazos »ante las quejas«. Aparente »debilidad« por su hipotonía, me hizo creer que no podía »forzarle«, ya que si lo hacía, él se oponía y lloraba. Pero aprendí con mi padre, que esto (los lloros, las quejas, la debilidad) también es un reflejo de nuestra propia creencia interior, que intenta convencernos de que tenemos razón (donde no la hay). Debilidad no es la voluntad de Dios, y por tanto hay otras posibilidades. Mi padre consiguió a que Benet caminase sin lloros ni quejas. Y mi confianza en él abrieron los caminos para que el pudiese ayudar a Benet y a mi misma. Decidí seguir el ejemplo de mi padre. Cuando salimos a caminar con Benet y él comenzó a llorar (en la muestra »no puedo«), decidí pasar por alto la primera resistencia, y de milagro Benet dejó de llorar y pudimos andar sin problemas. He aprendido que a veces es necesario confiar en todas las fuerzas que poseemos, porque es la única manera de vencer la aparente debilidad, que no deja de ser solo un reflejo de la creencia que tenemos (por más justificada que esta aparenta ser por los diagnosticos »médicos«); y que por otro lado intentamos enmascarar con acciones opuestas (deportes de riesgo, cargos de mucha responsabilidad, luchas y peleas, competiciones, discusiones, etc.). Al confiar en esta fuerza divina y al dar el primer paso, a pesar de que nos pueda parecer difícil, deshacemos el sufrimiento de la debilidad y llegamos al convencimiento que Dios nos hizo a todos fuertes y capaces de vivir en paz en todas circumstancias. Porque la fuerza no es la fuerza física, las luchas, las peleas, hablar en voz alta o de »mando«, ni tampoco hacer muchas cosas a la vez o tener cargos directivos, y similar. La verdadera fuerza es la fuerza de la paz que emana en plena confianza desde nuestro interior, y que por tanto deja a que todos la desarrollen.

Ahora veo que uno no ha de cerrarse a ninguna persona, por »peor« que parezca, porque todo lo que vemos en el otro es nuestro propio reflejo, y al abrirnos a los demás nos estamos abriendo a que podamos resolver nuestras propias creencias »de guerra, lucha o debilidad«, porque son una y la misma cosa.

CONFIAR EN EL OTRO ES DAR EL PRIMER PASO PARA QUE SE DESARROLLEN TANTO SUS COMO NUESTRAS CAPACIDADES. ES UNA MANERA DE PERDONAR AL OTRO, PARA ASÍ PERDONARNOS A NOSOTROS MISMOS Y VER QUE DIOS NOS HIZO SANTOS Y BENDITOS.

Gracias Padre, por mi padre y mi hijo. Gracias por este instante santo, que todos pudimos compartir, para que Tu nos podrías enseñar el camino de más felicidad y mayor paz interior. Sin ti, mi padre, y sin ti, Benet, no podría encontrar a solas la paz que siento ahora, porque no sabría lo que realmente me molestó: mi propio pensamiento. Gracias por la salvación, que yo os la regalo por la gratitud que siento hacia vosotros. Gracias por la sabiduría entregada. Gracias padre por poder adorar tu ternura con Benet. Gracias por cuidar de que siempre tengamos agua, gracias por prepararnos el desayuno, y gracias por cuidarle a Benet mientras toco la guitarra. Gracias por poder ver lo mucho que te quiere y admira Benet. Cada vez que está sentado en la mesa para comer le brillan los ojos y te sonrie con tantísimo Amor. También en ti veo la misma Alegría y Amor, tanto para Benet como para mi. Gracias por cantar conmigo. Y gracias por tu sensibilidad que sabe detectar de seguida lo que necesita Benet. Gracias por tu innocencia y tu santidad, que Dios puso en todos nosotros. Gracias por poder orar contigo tantísimas veces, que me acuerda de nuestro Padre Creador, y de que Él vive y mora en nosotros. Gracias por acordarme que nada es demasiado dificil y que núnca estoy sola, porque en mi mora la Luz de Dios, que brilla para enseñarme todos los caminos de Él. Gracias padre. Gracias Padre Creador.

Dedicado con Gratitud a mi padre y a todos los hombres



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Un niño discapacitado o un niño capacitado

Cuando nació Benet, cantaron muy bello los pájaros en el árbol delante de la sala de partos. Cantaron tan alto que pude oírles con mucha claridad, como si me estuvieran hablando. Algo en mi dijo, o puede que estos mismos pájaros me dijeron que este canto anunciaba la Vida de Benet, sin importar la forma exterior que pudiera darse a la primera vista. Casi al mismo tiempo, mientras los tres nos encontramos en el hospital, aparecieron milagrosamente grandes desfiles de hormigas en nuestra casa. El papá me contó que habían inundado la casa. Algo similar no había sucedido ni antes ni después, y pude ver con claridad que esto no era más que la confirmación del »mensaje de los pájaros«: nació Vida sin importar la forma exterior. Benet nació con fuerte hipotonia muscular (falta de tono muscular generalizado), que en sus primeras semanas se mostró sobre todo como dificultad respiratoria. Casi cada día, la doctora me trajo más y más noticias de posibles »pronósticos y enfermedades«: riesgo de sepsis, falta de alfa-1-antitripsina, hipotonía sin causa, posibles »síndromes« ... Sin embargo, algo en mi me dijo: »Confía, es un Hijo salvador«. Curiosamente ligué esto con que le habíamos puesto el nombre Benet, que en catalán viene de Bendecir. Más tarde en un libro pude leer que Benet significa »El que trae la luz de Dios aquí«.

Unos años más tarde resumieron todos los pronósticos en retraso combinado de alto grado, o sea, un niño de »necesidades especiales«.

Sin embargo, a pesar del pronóstico exterior, que uno podría tomar como »qué horrible« o »y ahora qué«, fue justo esto mi Clave para la transformación interior, que me llevó por el camino de mucha más Paz interior y mucha más Felicidad. Las circunstancias llamaron por el cuidado intensivo de mi hijo, y dejé de pensar, al menos en los primero años, que sería mejor ir a trabajar. Algo interior llamó por la necesidad de su compañía, dejando atrás todas las »necesidades ordinarias, en las que normalmente estamos envueltos«: de que había que trabajar, de que había que hacer algo para »sobrevivir«..... Solo años más tarde pude ver que realmente era también Benet quien me ayudó a mi, y no solo yo quien le ayudaba. Con él la Vida me rodeaba de Sucesos misteriosos, que antes jamás había visto o experimentado en mi propia »piel«.

Un día estuve en la Formación de Constelaciones familiares en Girona. De repente sentí que tendía que enchufar el teléfono. El buzón estaba lleno de mensajes de Sergio, papá de Benet, para que le llamara. Me dijo que Benet estaba en hospital y con fuertes convulsiones, que a pesar de la medicación no querían cesar. Decidí dejar la formación y me encaminé hacía Reus, donde estaba ingresado Benet. Otra llamada ... justo antes de la cruce entre dirección Reus y Barcelona: » Ves a Barcelona. Le trasladan a Benet por no saber del todo qué hacer con él.« Poco después de llegar al hospital de San Pau en Barcelona, vino la camilla con Benet. Estaba estirado totalmente inmóvil. Al primer tacto estaba muy frío. Le acompañaban las máquinas de respiración. Me pidieron dejarle para poder asistirle cuanto antes. El tacto con el frío tan profundo que sentía en Benet, me despertó el fuerte deseo de pedir que me dejaran con él, aunque solo fuesen unos segundos. Sentí que necesitaba tocarle para »transmitirle« el calor que a través mío fluía y se hacía notar con presencia. Pedí la doctora de los cuidados intensivos que me dejara unos segundos con Benet, a pesar de las normas de las visitas, que estrictamente hablando lo hubieran impedido. Y sí, me dejó pasar. Puse mis manos sobre Benet. De nuevo sentí este frío tan profundo. Su cuerpo parecía muy duro, compacto, muerto. Lo movía solo la máquina de respirar. Un »Algo« me sostenía muy recta y en profunda Confianza, una Confianza que antes no había conocido. Este »Algo« me permitió que mirara más allá del propio cuerpo. Ahí pude ver una luz, que quería alejarse. La imagen se parecía a un túnel, donde en su final había esta luz. Conecté mis manos mentalmente con esta luz y dejé que le transmitiera su calidez y toda la Confianza, que este »Algo« puso en mi. De repente pude ver y sentir que a mis espaldas había un círculo blanco, que también desde detrás me sostenía. Recordé de repente, que efectivamente la hora era tarde, pero yo muy »fresca y bien«. No me sentía cansada ni física ni emocionalmente. Un rato más tarde sentí que ya podía marcharme. Le agradecí a la doctora, que a pesar de las reglas me dejó pasar, y me fui a casa. El círculo blanco seguía acompañándome. No pude dormir. Esta vez, sin embargo, no de preocupaciones, sino de esta Luz que tras mío me llenaba con Confianza. Decidí aprovechar el bienestar y mandé esta misma energía de Confianza a Benet a distancia. La mañana siguiente, cuando pudimos entrar, pude comprobar que el cuerpo de Benet se había vuelto blando y cálido, a pesar de estar aún conectado a la respiración asistida. El frió y la dureza del cuerpo desaparecieron, como si nunca habían existido. La enfermera nos informó que su estado había mejorado notablemente y esta estable. Al estar de nuevo con Benet, pude ver que a él también le acompañaba este círculo blanco. Más tarde me dijeron que todos los participantes de la Formación Meta, esta misma noche, nos enviaron luz para acompañarnos. Formaron un círculo para hacerlo.

Unos meses más tarde invité a mi casa una mujer, que había conocido en el hospital en esta misma ocasión. Nos juntamos unas cuantas amigas para hacer un pequeño ritual de auto-sanación y sentí que sería beneficiosa la compañía de esta mujer, a pesar de no haberla visto desde entonces. Cuando llegó el momento de feedback, hacía el final, dijo la mujer, que me había conocido en el hospital y que estaba sorprendida »cómo era posible que alguien que tenga su hijo en los cuidados intensivos estuviera tan Feliz y Alegre«. Dijo que también a ella esto le dio Confianza. A pesar de que las dos habíamos visitado a nuestros hijos en la misma sala de cuidados intensivos, antes no me había dicho nada similar. Solo se alegraba de mi presencia y compañía.

¡Cómo uno aprende lo importante que es acompañar a nuestros seres con Confianza, y no con pesares y tristeza por más »difícil« que parezca la situación! El tiempo nos enseña que no es solo a »los nuestros» a los que así ayudamos, sino a muchos más, que ni siquiera nos habíamos imaginado. Y ante todo: aprendemos a Confiar en que cada puerta nueva que se abre es una oportunidad que, si la abrimos, nos lleva a nuevas dimensiones de percepciones y Felicidad, que sin lugar a duda existen. La rutina, no puede brindar semejantes oportunidades.

¡Qué profunda mi vivencia de las cosas, que antes no sabía ver! Solo años más tarde pude comprender qué »favor« más grande me hizo Benet con »no expresarse exteriormente« en sus primeros años. Al principio, cuando no se pudo mover y expresarse ni siquiera con los movimientos, y más tarde con »no poder« hablar. Durante todo este tiempo mi atención estaba puesta en »como entenderle de verdad«. Esto me llevó, a lo que podríamos llamar, la visión y el oído interior, digamos lo que no se para en la primera forma que ven nuestros ojos o oyen nuestros oídos físicos, sino que saben mirar y oír más allá de la forma y apariencias. Benet me ayudó a que en cada situación buscara su sentido más profundo, y NO su problema. Así comencé a hablar con la mente de Benet y con otras »Fuerzas«, que me rodeaban invisiblemente. El camino me llevó a Esther y Olga, que también canalizan. Ahí podía hablar de forma »más oíble« con mis guías, ángeles, o como cada uno quiere llamarles. Esto me ayudó a confiar en que mis conversaciones con las mentes (almas, espíritus, según el nombre utilizado). Me ayudó a creer que no eran una ilusión sino una realidad. Nuestras mentes no mueren, sino que son eternas y podemos hablar con todas ellas. Ni tiempo ni distancia física podrían alterarlo. Así que yo concluyo, con mi propia experiencia, que también nuestra vida es ETERNA, y no perecedera, como a veces »la muerte« de algún ser querido intenta mostrarnos. Lo único que necesitamos es nuestro deseo y »entrenamiento« para llegar a esta VISION INTRIOR. Y la vida me enseñó que todos podemos hacerlo: tanto tu como yo, porque no hay diferencias.

Enormes gracias a los que me acompañaban en aquel momento. Gracias también a todos los participantes de la Formación Meta, que tan físicamente se hacían sentir y ver. Gracias a la Vida por traerme justo lo que me trae.


Querido Dios, mi puerta a Ti abierta está

A Tí mi puerta abierta está

Y yo sé que me lo merezco.

Ahora que mi puerta a Ti abierta está

Puedo sentir

Tu amor, paz y felicidad.

Ahora que puedo sentirte

Puedo cantar

Cantar a Ti, a mí y a toda humanidad.

Querido Dios, mi puerta a Ti abierta está

A Tí mi puerta abierta está

Y yo sé que puedo hacerlo.

Saša Tasevski

(La versión original en inglés, compuesta y cantada como »canto sanador« en los momentos necesitado de Benet u otros seres)


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Parto sin dolor

¿Se puede parir sin anestesia y sin dolor?

¿Se puede vivir sin sufrimiento y sin dolor?


La respuesta es claramente un SI. Vamos a verlo ....

Poco después de haber concebido a Benet, crecieron en mi dos tipos de emociones muy fuertes. Una era un miedo terrible, en formas varias, y la segunda emoción fue el deseo aún más fuerte para vencer este miedo. Por la primera vez, tuve el deseo de probar en mi propia piel la teoria que me habían enseñado en varios cursos y libros espirituales.

La teoria dice así:

No soy la víctima de lo que me sucede. A contrario, soy plenamente responsable de todo lo que me sucede, incluidas las cosas (personas) que »no son de mi gusto«. En esto radica la salvación, porque me da el poder sobre lo que me sucedce. Yo, por lo tanto, puedo cambiarlo, si así lo elijo.

¿Cómo lo hago?

Todo en cuanto sucede es el reflejo de mis propios pensamientos. Si los cambio, cambian también las circumstancias al ser mero espejo de mi mente. »Quién me hizo qué y cómo« empieza a ser irrelevante, porque todos los participantes son solo los actores de mis pensamientos.

Al principio la teoría me enfadaba bastante, porque requería una buena dosis de auto-honestidad, sobre todo en cosas que no me gustaban nada de mi misma. Atravesado este período, vino la fase constructiva. Recordé que de muy pequeña afirmé en varias ocasiones a mi madre que »yo ya tendría hijos si no tuivera que parir«. Es muy interesante como estan impregnadas nuestras creencias ya desde los primeros años, y los niños, si somos muy atentos, lo muestran claramente.

Decidí, entonces, descorrer todos los velos para llegar al fondo de mis creencias que había causado afirmaciones similares. Las circumstancias me acordaron de la gata, que tuvimos de muy pequeños en la casa de mis papas. Ella parió en varias ocasiones, como si esto le fuera un placer. En su absoluta paz estaba estirada sobre los trapos y esperaba lamer sus pequeños gatitos en cuanto saliesen. No se pudo sentir ni un sonido »lamentando las circumstanicas«. Unos quince años más tarde, esta vivencia tan profunda me ayudó a reflexionar de ¿porqué entonces las mujeres paren con dolor y luego afirman »una vez nacido el niño, se te olvida todo«?. Esta contestación general en mi no encontró suficiente peso de la Verdad ... »de que Dios quiso que el hombre sufriese (y luego olvidase)«. Si Dios realmente tuvo en cuenta toda su Creación, dió también la posibilidad de parir sin dolor tanto a las mujeres como a los gatos. Entonces, era posible que la mujer pariese sin sufrimiento y sin dolor, y todo eso sin necesidad de la anestesia (epidoral) - como un camino natural.

Con este pensamiento en mi mente, que estaba dispuesta a probar en mi propia piel, comenzó el camino de la »salvación«. Mi primer paso era preguntarme: ¿Cuáles son mis creencias falsas, que afirman una idea tan absurda como la de imposibilidad de un parto natural sin dolor y sin sufrimiento? Y créanme, de estas creencias no faltó:

- ¿Es Dios realmente tan injusto y cruel como para »regalarme« sufrimiento? Y si no lo es ¿porqué me lo regalo yo misma?

- ¿Es agresivo el mundo o lo ataco yo misma y me retorna como un reflejo en el espejo?

- ¿Seré realmente capaz de parir sin dolor, si es que »todas« las mujeres que me rodean me acuerdan de su dolor y sufrimiento en el parto? Unas se estaban retorciendo de dolor, otras recibieron la epidoral y les dolió aún así, ya que tuvieron que darle la epidoral tres veces (y el parto aún no comenzó), u otras, que no podian sentarse »como Dios manda« por el dolor de la herida-posparto y sus puntos durante un mes entero ....

- ¿Es realmente posible que cesen mis crisis de ansiedad, que como consecuencia dieron lugar al comer de todo lo que pillaba (cuánto más »guarro«, mejor)?

- ¿Cómo es posible conseguir algo así? Dios, por favor, ayúdame.

Sobre todo esta última frase dió lugar a que todo comenzó a girar para encontrarme con otro tipo de gente, y en otras circumstancias. Dios, como siempre, contestó mi petición, y me abrió la puerta de Migjorn, Cento de nacimiento sin violencia (partos naturales) en los alrededores de Barcelona, donde vivía en aquel entonces. Entre otras cosas, ahí me enseñaron videos de varias mujeres pariendo. Me enseñaron también que hay dos tipos de contracciones: unas para abrir el canal, y otras para empujar el bebé para fuera. Me impactó mucho uno de los videos, en el que Montse nos comentó que la mujer había tenido un verdadero orgasmo al parir. Todo esto me ayudó a imaginar como realmente es un parto y también a poder mantener la confianza en que pueden conseguirse cosas realmente divinas. De ello yo me hize »una pelicula mental« sobre mi parto y me la »proyectaba« en mi mente, en un lugar de Milagros donde todo es posible, durante 10 mínutos cada mañana, a veces también dos veces al día. Me acordé de nuestra gata y me imaginé mi parto sin dolor y sin sufrimiento, y como el parto conserva todo mi cuerpo en su plenitud. En el mismo centro, las circumstancias quisieron que me encontrase con Arte Terapia, que me ayudó encontrar formas más concretas de mis miedos y creencias. En la vida esos tomaban forma de discusiones con pareja, crisis de ansiedad, comer sin cesar ... y a traves de las Artes comenzaban a cristalizarse en palabras y creencias concretas, con las que se puede comenzar a trabajar. Atravesé una »lucha« con mi Voz interior, que me decía dejar ciertas cosas y comenzar otras ... pero mi miedo a lo que diran y cómo entonces viviré, no me permitieron hacerles caso de seguida. Pero la »lucha« fue ganada e hice caso a mi Voz interior. Dejé todo deseo de trabajar, dejé a medias mis estudios justo antes de terminar (que para mi era un gran paso, ya que siempre había sido una »excelente alumna«). Y comencé las caminatas a las orillas de mar, para escuchar su sinfonia divina y sus mensajes de sabiduría. Al mirar las olas de mar, ellas me recoradron que son transitorias, porque antes o después se rompen y retornan al mar. Y lo mismo sucede con mis emociones y la intranquilidad interior. Ellas solo son un estado, que antes o después desaparece, cuando en el horizonte aparece Un pensamiento de Paz (que en mi ya estaba naciendo, ya que todos los días proyectaba mi »película« de un parto indoloroso). El pensamiento, realmente, es como Mar. Cuando el día, o sea nuestro pensamiento, es nublado, pesado, con mucho viento, las olas son grandes y poco agradables - como también lo que nos sucede en nuestra vida. Cuando nuestros pensamientos se calman en la Luz, se aclara también el día. El mar refleja la tranquilidad y la calma, como si nunca hubiera conocido al Sunami.

Comencé a trabajar activamente con la Arte Terapia. Ella fue mi acompañante del día. Sobre todo dibujé. Quemé los dibujos que eran fruto de mis frustraciones, recordando que así pude expresarles sin violencia y también que era posible cambiar todo pensamiento, por más »díficil« que parezca. Tarde o temprano, el Fuego Divino quema la llena, por más dura y gorda que esta parece ser al principio. Después siempre dibuje un Pensamiento Claro, normalmente la CONFIANZA. Me entregué al sentir y dejé que sean los lápices que me dibujaran, en vez de yo dibujar. Muchas veces reglé los dibujos, lo que me dio mucha confianza, ya que la gente quedó sorprendida de su regalo y de como les llega justo en »aquel« momento necesitado. ...

Comenzé también el diario de Conversaciones con Benet. Todo este tiempo hablé con Benet y le pregunté qué traía al mundo, qué capacidades tiene, qué viene a aprender, en qué le podría ayudar yo. Un diario realmente increible, que años más tarde me mostro lo real y lo verdaderas que eran estas conversaciones.

Trás una caminata muy larga, regresé a casa y me »hice pipi«. Su agua era muy clara. Llamamos al Migjorn, que me ayudó a comprender lo que estaba sucediendo, aunque faltaba un mes y medio para el parto »oficial«.

Decidí ir directamente al hospital, ya que el Centro de partos naturales no puede atender a los prematuros por ley. El mundo era así de bueno para tener toda la ayuda posible: era justo un sábado y Sergio estaba en casa. Me llevó a Hospital Sant Pau, donde me anunciaron que rompí aguas y que el parto comenzó. Le pedí a la doctora un parto natural, a pesar de la práctica habitual de las epidorales. La doctora lo acepto y solo me dijo que le avisara en cualquier momento si cambiara de opinión. Nos pusieron a una sala de »espera«, donde Sergio me contó tanto chistes que tuvieron que reponerme las cintas de medición dos veces porque se me cayeron de risa. Sin embargo, en cada contraccion mi mirada se volcó para dentro. Cada vez había menos risas exteriores y más vida interior. Sentí como se movían mis huesos, muy suave y lentamente, como si de una caricia se tratase. Cada vez estaban más hacia fuera.

Cuando vino »el tiempo justo« me trasladaron a la sala de partos. Reconozco que la caminata con las contracciones muy frecuentes que piden solo la mirada interior, no son la actividad más deseable, porque dan pie a la actividad exterior y dificultan la concentración interior. Pero las cosas ahí eran así, ya que de lo contrario necesitarían muchas más salas de parto (que por cierto agradeceríamos las mujeres que parimos). Cuando me pusieron sobre la silla de parto, lo primero que hicieron era colocarme las piernas para arriba. Este era mí primer momento de mucha Firmeza. Bajé las piernas y afirme muy decidida que yo iba a parir con las piernas en el suelo, porque era mi manera de sentir apoyo y fuerza para acompañar las contracciones. La enfermera pareció asustarse de tanta firmeza, dijo algo parecido a »es que se pare así«, pero yo ya no quise hacerle ningun caso.

El siguiente momento decisivo era la hora de exploración, cuando me miraron cuán de abierta estaba. La enfermera me pidió que en aquel momento »sobre todo no empujara porque así era mejor« . En la siguiente contracción tuve ganas de empujar, pero le hice caso a la enfermera. Y mira, dolió como dificilmente se puede imaginar. De seguida tuve la claridad de que tenía que seguir lo que yo sentía y no lo que otros me piden o quieren. Esto realmente era mi momento decisivo, porque me volvieron a ofrecer la epidoral. En la siguiente contracción, me entregue al empuje. La doctora lo vió de seguida y anuncio el parto. Entraron unos quience médicos y cerraron las puertas. Las primeras contracciones de dilatación, se convirtieron en las contraciones de expulsión. Pude sentir como a través mío fluye una fuerza increíble. Sabía que si no me opongo a ella, no me dolerá ni un poco. Así que me entregué a ella, como si nadara con y encima de las olas. Toda esta fuerza fluyó a través mío como si de un río ancho se tratara, y yo solo me dejé sentir qué significaba La Fuerza de Vida. Este era mi primer momento cuando registré con conciencia y sentí la Verdadera Fuerza y Voluntad Divina. Jamás olvidaré los ojos de un anastesista, que estaba ahí por si acaso. Dijo que »parecía que esta mujer, o sea yo, disfrutaba pariendo«. Y yo me afirmé a mis adentros: »Si, señor, así es.« Las contracciones de expulsión tardaron exactamente diez minutos. El canto de un pájaro sobre el árbol, que se vio desde la ventana, anunció el nacimiento de Benet y que estaba vivo. ¡Qué mejor regalo podría darme!

Después del parto me llevaron sobre la camilla en otra sala, a pesar de mis afirmaciones que me encontraba perfectamente bien ya que jamás antes conocía una Fuerza así de bella. Me miró la doctora y me dijo que no había ni un rasgo de desgarre y que estaba perfecta. El parto sucedió según mis expectativas y además me dejó mucha sabiduría:

- Las mujeres pueden parir sin dolor y sin sufrimiento (sin necesidad de epidorales).

- La posibilidad de dolor y sufrimiento es muy grande cuando escuchamos a los demás. Vale la pena aprender a escuchar nuestra Voz Interior para guiarnos. Al dar preferencia a lo que quieren los demás (que no deja de ser un reflejo de nuestros pensamientos temerosos de “qué dirán”), de entrada, desconectamos de nuestra Voz interior al tener que atenderles. Y lo segundo, tanto pude ser que ellos acierten como que no lo hagan.

- Todas las cosas necesitan su tiempo natural. Si queremos apresurar las cosas, aparece resistencia y con ello dolor. En el caso de parto, esto tanto es verdad para la espera de que se abriesen todos los canales necesarios, como también se refiere a la entrega absoluta a la Fuerza de Vida – con su, y no nuestro, ritmo.

No podemos ir ni más rápido ni más lento. Las dos cosas producen sufrimiento al apartarse del ritmo divino.

La oxcitocina, que se administra a las mujeres, hace justo lo que nosotros mismos queremos tantas veces: “Que las cosas sean ya. Y si puede ser antes, mejor.” Entonces no nos puede extrañar de que “la vida nos desgarra”, ya sea físicamente o emocionalmente.

- Insistir es necesario y una buena capacidad que uno puede poseer. Esta capacidad nos enseña que ningún pensamiento oscuro – aunque se diesen todos a la vez – pueda con la verdadera Luz, que sin lugar a duda existe en nuestro interior.

- Si nunca probamos cosas diferentes o de manera diferente (sin importar lo que dirán o como sobreviviremos), permanecen las puertas de una felicidad y paz mayor cerradas. Hacer siempre lo mismo solo puede ofrecernos un poco más de lo mismo.

- Cuando conseguimos “lo imposible” con la escucha de nuestra voz interior divina, podemos experimentar sensaciones nuevas: la Dicha y la Plenitud. Toda la vida adquiere una dimensión y una luz diferente, porque estamos convencidos de que lo único que causa dolor y sufrimiento son nuestros pensamientos (creencias) y no el mundo exterior. Y sabemos lo mejor: QUE TODAS LAS MENTES PUEDEN CAMBIAR, y que para esto necesitamos nuestra involucración (y no que cambien los demás). De repente, la GRATITUD comienza a envolver todos nuestros pasos, porque le estamos agradecidos incluso a los “enemigos más feroces”. Ellos no dejan de ser un regalo que refleja nuestros pensamientos, y es por lo tanto el principio de nuestra salvación.

No soy la víctima de lo que me sucede. A contrario, soy plenamente responsable de todo lo que me sucede, incluidas las cosas (personas) que »no son de mi gusto«. En esto radica la salvación, porque me da el poder sobre lo que me sucedce. Yo, por lo tanto, puedo cambiarlo, si así lo elijo.

¿Cómo lo hago?

Todo en cuanto sucede es el reflejo de mis propios pensamientos. Si los cambio, cambian también las circumstancias al ser mero espejo de mi mente. »Quién me hizo qué y cómo« empieza a ser irrelevante, porque todos los participantes son solo los actores de mis pensamientos.

Dios me regalo un hijo, que en su Luz me lleva justo ante Él. Gracias, Benet, y gracias también a ti Sergio, por haberme acompañada en mi primera aventura de salvación. Que mi gratitud sea como un regalo que os acaricia vuestro corazón interior y os abra todos los caminos de la salvación, porque TODO ES POSIBLE en la Luz de Dios. Gracias también a todas las circumstancias, que me mostraron lo que tenía que cambiar en mi mente. Y gracias a todas las Fuerzas Divinas, que me guiarón a través de »una noche muy oscura« con un faro de luz enorme, que es capaz de enseñar su camino incluso a los más perdidos. En esta Luz, Dios me envió gente como Gloria, que con su primeros pasos de Arte Terapia acariciaba mi alma, como también a la sanadora Ana Vegas, Montse y todo el equipo de Migjorn, Esther, Dr. Garcia y todo el equipo de Sant Pau, y muchos otros. Que mi felicidad y vivencia interior sea mi gratitud para todos vosotros. Gracias.

Te pido estimado Padre, que pudieran sanarse todas las creencias que causan dolor y sufrimiento, tanto en los hombres como en las mujeres, porque es Tu Voluntad vivir en Paz y Amor. Sin dejar atrás nuestros pensamientos oscuros, Tu Luz no puede entrar. Más con una pequeña dosis de buena voluntad por nuestra parte se nos abren todas las puertas de los Milagros y Tu Felicidad. Que entonces de haga Tu Voluntad, y sólo la Tuya. Yo estaré donde Tu quieres para que así sea. Gracias por tu Guia y Gloria que nos espera a TODOS.



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